domingo, 23 de mayo de 2010

DON DE CONSEJO

"Muéstrame, oh Yahvé, tus caminos, guíame por la senda recta" (Sal 27,11),


"Yo te haré saber y te enseñaré el camino que debes seguir; seré tu consejero, y estarán mis ojos sobre ti" (Sal 32,8);


"Mira Yahvé desde los cielos y ve a todos los hijos de los hombres. Desde la morada en que se asienta ve a todos los habitantes de la tierra. Él es quien ha hecho todos los corazones y conoce a fondo todas sus obras"
(Sal 33,10-15).


Dichosa el alma que busca en el silencio la voz de su Señor, que la reconoce y la obedece, que no se precipita confiando en su propia capacidad ni se aletarga en la duda o en el pesimismo sino que confia en Dios porque la conoce desde siempre y solo desea su felicidad.


Dichosa el alma que participa a Dios de sus deseos, proyectos, temores; que
ruega humildemente buscando ser guiada por la Divina luz que siempre lleva a puerto seguro.


No decae su confianza cuando los resultados no son como espera, porque sabe que los caminos de Dios son diferentes a los de los hombres.
Los caminos de Dios son perfectos.


El don de consejo perfecciona la virtud moral de la prudencia, la cual
nos lleva a discernir lo bueno de lo malo y elegir de entre lo bueno lo
mejor haciendo uso de nuestro entendimiento.
Este regalo de Dios se desarrolla en el alma humilde, dócil y obediente a
Dios que le habla al corazón a través de su Palabra, en la Oración, a través de su guía espiritual, a través de quien Dios disponga y de la manera en que El sabe que mejor le comprenderá.


Así también el Divino Guía se sirve de ella para aconsejar a sus hijos que
necesitan de su dirección, aliento y corrección.


Libera nuestros sentidos                                Haznos sencillos y humildes
Espirituales Señor,                                           Dóciles a tus mandatos
Haznos sensibles a tu voz                              y danos la fortaleza para cumplir
Que tus palabras queden grabadas           tu voluntad.
Con el fuego de tu amor
En nuestras almas, mentes y                       Amén
corazones.

Por: Carmen Silva