miércoles, 7 de julio de 2010

LA CONTEMPLACION AL SERVICIO DE LA MISION

Después de unos días en Damasco entre los cristianos, a los que daría algunos detalles de su experiencia y de su "conversión", Pablo siente la necesidad imperiosa de rumiar en la paz del desierto y la soledad lo que ha acontecido en su vida, el encuentro con el Señor, que se la ha partido en dos partes, distintas pero inseparables, del único Pablo: la vida bajo la gracia de la Ley y la vida bajo la ley de la Gracia. Pablo deja Damasco y se encamina hacia Arabia (Cf. Gáll, 15-17).

Con el nombre de Arabia se comprende una región muy extensa: desde Siria y Mesopotamia al norte hasta el océano Índico, al sur; desde el golfo Pérsico y el río Éufrates al este hasta el istmo de Suez y el mar Rojo al oeste. En la antigüedad estaba dividida en tres partes: la Arabia felix, entre el mar Rojo y el golfo Pérsico, región fértil y de grande prosperidad; la Arabia deserta, desde la Siria hasta el Éufrates, habitada solamente por: algunas tribus de beduinos; y la Arabia petraea, llamada así por sus montañas rocosas y sus llanuras de piedra, en la zona este y sur del mar Muerto.

¿En qué región demoró Pablo en el desierto? ¿Cuánto tiempo pasó en la región? ¿A qué se dedicó durante es tiempo? No disponemos de documentación para dar una respuesta satisfactoria a estos interrogantes.
Probablemente pasó este tiempo en la Arabia deserta, pero no muy distante de la Siria y de Damasco.
Algunos piensan que fue para evitar un choque con la colonia judía de Damasco. Otros piensan que permaneció en esa zona un tiempo predicando el Evangelio a los beduinos que moraban en aquellos parajes áridos y secos.
También se cree que se retiró al desierto para, a solas con Dios, esclarecer en la meditación e interiorizar profundamente la experiencia sobrenatural habida a las puertas de Damasco y las consecuencias de dicha
experiencia para su nuevo existir.

Quien tiene estudios de psicología religiosa sabe que una experiencia tan intensa y súbita, como fue la de Pablo, necesita ser "digerida" para que cale hasta el hondón del alma y vaya penetrando en toda la persona del agraciado, la transformación operada en las ideas y convicciones, en los ideales y proyectos, en la conducta y comportamientos, en toda la actividad futura. Lo más probable fue, que Pablo anhelara un tiempo de soledad para que la subitánea acción de Dios en Damasco, fuese siendo asimilada poco a poco, en un ambiente de serena meditación y de sobria austeridad.
Debió anunciar lo poco del evangelio que se sabía, a las tribus de pastores y a los caravaneros, que cruzaban el desierto; es posible que también anunciase sus pocos conocimientos sobre Cristo. De esta manera Pablo hizo verdadera la definición que da Santo Tomás de la oración: Contemplata aliis tradere (transmitir a otros lo que uno ha contemplado).

Con el alma templada en la austeridad del desierto y abrevada en la fuente perenne de la Escritura y de la reflexión sobre las cosas de Dios y sobre el modo prodigioso como ha obrado en su vida, Pablo se siente equipado para lanzarse hacia el futuro, sin miedo alguno y con firme decisión.
P. Antonio Izquierdo Profesor de Nuevo Testamento en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

NOTA: No se conoce mucho este aspecto en San Pablo, tres años en la soledad. Pero sin duda tuvo que estudiar, aprender, conocer, a Jesucristo. Orar, rezar, contemplar la grandeza del Crucificado para poder anunciarlo con la pasión y el amor con que lo hizo. Contagiando en las prédicas, en las cartas, en los viajes, en su muerte en Roma. La oración y el estudio le empaparon de Jesucristo.