JUAN PABLO II 23 DE NOVIEMBRE DE 1997
"[Te damos gracias en todo tiempo y lugar oh Señal; Padre todopoderoso! Que a tu Unigénito Hijo y Señor nuestro Jesucristo, para que, ofreciéndose a Sí mismo en el ara de la Cruz, como Hostia inmaculada y pacífica, consumase
el misterio de la humana redención; y sometidas a su imperio todas las criaturas, entregase a tu inmensa Majestad su Reino eterno y u niversal: Reino de verdad y de vida;
Reino de santidad y de gracia; Reino de justicia, de amor y de paz"
(del prefacio de Cristo Rey).
1. Este domingo, que concluye el año litúrgico, la Iglesia celebra la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo. Hemos escuchado en el evangelio la pregunta que Poncio Pilato hace a Jesús: « ¿Eres tú el rey
de los judíos?» (Jn 18, 33). Jesús responde, preguntando a su vez: « ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?» (Jn 18, 34). Y Pilato replica: « ¿Acaso soy yo judío? Tu ge nte y los sumos sacerdotes te han entregado a mí: ¿qué has hecho?» (Jn 18,35).
En este momento del diálogo, Cristo afirma: «Mi reino no es de este mundo. Si
mi reino fuera de este mundo mi guardia habría luchado para que no cayera en
manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí» (Jn 18,36).
Ahora todo es claro y transparente. Frente a la acusación de los sacerdotes, Jesús revela que se trata de otro tipo de realeza, una realeza divina y espiritual. Pilato le pide una confirmación: «Conque, ¿tú eres rey?» (Jn 18,37).
Aquí Jesús, excluyendo cualquier interpretación errónea de su dignidad real,
indica la verdadera: «Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, ese ucha mi voz» (Jn 18,37).El no es rey como lo entendían los representantes del Sanedrín, pues no aspira a ningún poder político en Israel. Por el contrario, su reino va más allá de los confines de Palestina. Todos los que son de la verdad escuchan su voz (d. Jn 18 37), Y lo reconocen como rey. Este es el ámbito universal del reino de Cristo y su dimensión espiritual.
2. «Para ser testigo de la verdad» (Jn 18, 37). En la lectura tomada del libro del Apocalipsis se dice que Jesucristo es «testigo fiel» (Ap 1, 5). Es testigo fiel, porque revela el misterio de Dios y anuncia el reino ya presente. Es el primer servidor de este reino. «Obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp 2,8), testimoniará el poder del Padre sobre la creación y sobre el
mundo.
Y el lugar del ejercicio de su realeza es la cruz que abrazó en el Gólgota. Pero su muerte ignominiosa representa una confirmación del anuncio evangélico del
reino de Dios. En efecto, a los ojos de sus enemigos esa muerte debía ser la prueba de que todo lo que había dicho y hecho era falso.
«Si es el rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él» (Mt 27 42). No bajó de la cruz, pero, como el buen pastor dio la vida por sus ovejas (cf. Jn 10, 11). Sin embargo, la confirmación de su poder real se produjo poco después, cuando, al tercer día, resucitó de entre los muertos, revelándose como «el primogénito de entre los muertos» (Ap 1, 5).