domingo, 24 de octubre de 2010

EL PURGATORIO EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

"Después de haber reunido entre sus hombres cerca de 2.000 dracmas, las mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado, pensando en la resurrección.
De no esperar que los soldados caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por los muertos; más si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso.
Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado. 00 (2 Macabeos 12,43-46)

La doctrina del Purgatorio ha sido una enseñanza constante del Magisterio de la Iglesia Católica.
Además de la Biblia, la Iglesia se apoya en la Tradición para definir una doctrina. Pero hay muchas citas sobre el purgatorio en los llamados Padres de la Iglesia, tales como San Gregorio Magno (540-604), San Cesáreo de Arlés (470-543), Tertuliano (155-230), San Cipriano de Cartago (¿200?-258), San Agustín de Hipona (354-430), San Juan Crisóstomo. (344-407) entre otros.

El Catecismo de la Iglesia Católica se refiere al Purgatorio o purificación final en los siguientes términos: Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios. Catecismo de la Iglesia Católica, 1030.

Concilios de Florencia y Lyon, que refutaron a los griegos orientales: "Las almas que partieron de este mundo en caridad con Dios, con verdadero arrepentimiento de sus pecados, antes de haber satisfecho con verdaderos frutos de penitencia por sus pecados de obra y omisión, son purificadas después de la muerte con las penas del purgatorio".

El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica dedica los números 1030 al 1032, que resumen esta doctrina: El purgatorio es el estado de los que mueren en amistad con Dios pero, aunque están seguros de su salvación eterna, necesitan aún de purificación para entrar en la eterna bienaventuranza.

En virtud de la comunión de los santos, los fieles que peregrinan aún en la tierra pueden ayudar a las almas del purgatorio ofreciendo por ellas oraciones de sufragio, en particular el sacrificio de la Eucaristia, pero también  limosnas, indulgencias y obras de penitencia.

La Iglesia católica, usando un lenguaje actual, explica la doctrina del purgatorio en los siguientes términos: Durante nuestra vida terrena, siguiendo la exhortación evangélica a ser perfectos como el Padre celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1 Ts 3, 12 s).

Dilación de la Gloria: Tratada por la tradición teológica como pena de daño, consiste en el aplazamiento del cielo. El alma queda privada de la visión beatifica (visión de Dios) mientras purga sus pecados.
Esta pena implica que la presencia en el purgatorio no puede prolongarse en el tiempo hasta más allá del Juicio Final. Pena de sentido. La tradición de los Padres latinos es casi unánime en favor de lo más parecido al fuego real y corpóreo.

Sí hay argumentos en la tradición, como el cuestionario de Clemente VI a los armenios, donde expresamente se pregunta «...si crees que son atormentados con fuego temporalmente ...».

AYUDAS QUE LOS CATÓLICOS OFRECEN A LAS ALMAS DEL PURGATORIO

Principalmente son:

Ofrecimiento de la Misa: Ya sea encargándole la Misa a un sacerdote, ya sea ofreciéndola mentalmente por un difunto.

Ofrecimiento de la Comunión: Los católicos creemos que en la comunión se encuentra realmente Cristo.
Cuando comulgamos (recibimos a Cristo), podemos ofrecerlo por reparación de las almas que les falta algo por purificar.

Misas gregorianas: Se denominan de esta manera, a la serie de misas en las que se debe interceder por un difunto durante treinta días sin interrupción.
Su origen se vincula a un episodio narrado por San Gregorio Magno.

La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos", CEC 1471.

Las indulgencias pueden ser parciales, tiempo determinado, Dios sabe cuánto. Indulgencia plenaria: Limpia todas las "manchas" que nos hayan dejado los pecados ya perdonados. Solamente hace falta realizar la acción indulgenciada, o un acto de caridad uniéndola a la comunión, y rezar por las intenciones del Papa (padre Nuestro, Ave María y Gloria) y confesarse ocho días antes o después.

Algunas acciones indulgenciadas son: rezo y meditación del Santo Rosario, en común; rezo-meditación del Vía Crucis, en una iglesia; lectura y meditación de la Biblia, por más de 30 minutos; adoración al Santísimo, de 30 minutos.

Por: Rosa Céspedes Chumo